Me he topado con muchas personas que me han dicho «todavía no es el tiempo» para iniciar un proyecto, para comenzar su educación en la universidad o para dar inicio a una relación con Dios. Muchos nos volvemos exageradamente prudentes al momento de hacer algo, se nos pasa la vida y no hacemos todo lo que tendríamos que hacer. Algunos parecemos ruedas de feria ya que solo somos vueltas y vueltas a la hora de actuar, le ponemos un pero a esto, un pero a lo otro, que nos picó un zancudo, que dentro de 3 días estaremos enfermos y un sin fin de excusas por el estilo.
Nos hemos vuelto muy lentos en nuestro actuar, hemos perdido el sentido pragmático de la vida y nos ocupamos mucho de planificación de nuestros proyectos de vida. Me he topado con muchos jóvenes que están esperando conseguir trabajo para ir a la universidad; lo curioso del caso es que consiguen el trabajo y la idea de estudiar se convierte en un pensamiento efímero del pasado. Esperamos las condiciones perfectas en nuestra vida para dar el primer paso y hacer el arranque inicial. Creo que ya lo he dicho en este medio pero no me cansaré de decirlo: El enemigo de lo bueno es lo perfecto.
En todo proyecto personal, laboral, espiritual o social lo que más cuesta es dar el primer paso. Ya dando el paso inicial todo resulta más familiar y fácil. Lo que más cuesta de leer un libro es tomar la decisión de coger el libro y leer el primer capítulo. Lo que más cuesta de estudiar para un examen es precisamente tomar el cuaderno o el material de estudio y sentarse a la mesa, ya después todo resulta más fácil.
¿Qué necesitas para buscar a Dios? no necesitas una señal hiper recontra maravillosa y sobrenatural, no estés esperando a que el volcán haga erupción para ir a la iglesia o leer la Biblia o acercarte a Dios. Lo que más cuesta es subirse al bus o tomar el carro para ir a la iglesia. ¡Vamos tu lo puedes hacer! No esperes a que se muere una vaca de vieja para que te acerques a Dios. Dios ya te dio las señales, no esperes más.
Lucas 2. 12 Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
por Josué Manuel Guzmán
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